*La profesora Julia Garza Almaguer dejó un legado marcado por el impulso en la formación profesional de las mujeres de la región. Su liderazgo abrió camino a la incursión femenina en el sector industrial de la región.
EMPRESAS MONTERREY, 8 de marzo de 2024.-Desde niña, Julia Garza Almaguer disfrutaba jugar con sus amigas a la escuelita, donde el papel que ella interpretaba era el de directora.
Originaria de Santiago, Nuevo León, Julita, como le decían de cariño, nació el 13 de enero de 1885 en la Hacienda El Huajuquito.
Bajo la guía de sus cuatro hermanas mayores y con el apoyo de sus padres, Severiano Garza y Guadalupe Almaguer, Julia Garza fue una universitaria ilustre que hoy es recordada por el legado que dejó en la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Aunque desde niña se vio condicionada en su formación educativa, pues en su lugar de origen solo existían escuelas para varones, su pasión por el aprendizaje la llevó a romper todas las barreras hasta alcanzar su mayor sueño: ser maestra.
“Su educación básica fue en su casa, de hecho, recibió la educación por parte de su hermana mayor y ya después para su formación profesional se trasladó a Monterrey junto a sus hermanas Carmen y Alejandrina”, explicó Érika Flores Escalona, jefa del archivo histórico de la Escuela Industrial y Preparatoria Técnica Pablo Livas.
“Ingresó a la Normal Superior y es donde inició ese lado de la docencia. En 1939 ingresó a la Escuela Industrial, en ese momento Femenil Pablo Livas, donde vino a cumplir el rol de maestra y pocos años después fue elegida como directora”, agregó.
Ser maestra fue mi único anhelo
Ser maestra fue mi único anhelo. Mis pláticas y mis juegos infantiles expresaban siempre aquella ilusión; yo describía fantásticos cuadros escolares que forjaban mi imaginación y mis padres se extasiaban con el relato de mis sueños de maestra. El profesor de la Escuela de Niños, única que había en la hacienda, me dio clases particulares, y a los ocho años de edad pude ingresar al quinto año en la escuela de Villa de Santiago. Allí crecieron mis ilusiones y mis esperanzas: la maestra me hablaba de la Escuela Normal de Monterrey; mi fantasía forjaba el porvenir deseado y la fe me mantenía seguridad de la realización de mis sueños.
Una tarde, inesperadamente, se detuvo a la puerta de mi casa una extraña diligencia: llegaba de Monterrey una familia amiga acompañada de dos señoritas profesoras: Lucita Benavides y su sobrina María Benavides. ¡Con qué júbilo las recibimos!; no sé qué misterioso pensamiento me hizo ver en ellas las magas que habían de transformar mi vida aldeana tal como yo lo deseaba.
Y así fue: doña Lucita y Mariquita allanaron las dificultades que nos oponían, y un año después yo vivía en Monterrey con mis dos hermanas mayores; cosíamos costura “de pacota” para ayudarnos a vivir.
Transcurridos tres años consideré que ya no les era indispensable a mis hermanas mi cooperación; me presenté con Lucita un día y le dije resueltamente: “yo quiero ser maestra”. Me fijó ella una mirada escrutadora y me dijo: “si piensa encontrar riqueza en el nuevo trabajo, ni lo intentes”. Al día siguiente abandoné la aguja en manos de mis hermanas y cuatro años después fui maestra.
Empieza con sus hermanas
Aunque Julia siempre tuvo claro el objetivo de ser maestra, durante su formación como normalista apoyó a sus hermanas Carmen y Alejandrina dando clases de corte y confección. Esta labor sirvió de sustento para apoyar también a sus padres radicados en Santiago.
Su vocación a favor de la formación de más mujeres llevó a Julia a gestionar con autoridades educativas y municipales el establecimiento de escuelas, cursos y talleres de corte y confección en poblados de Montemorelos, García, Hidalgo, Allende, Santiago y Anáhuac.
A través de estos espacios, además de brindar liderazgo a sus hermanas Carmen y Alejandrina, Julia transformó la vida de muchas mujeres que se convirtieron en maestras de corte y confección, trabajadoras de maquiladoras y fábricas de ropa o crearon sus propias casas de moda.
Su vocación formativa llevó a Julia a sugerirle a su hermana Alejandrina diseñar un método ingenioso de corte que luego se tradujo en un libro práctico para el aprendizaje y que permitió el impulso de casas de moda y talleres de costura.
A partir de 1933 y durante las siguientes dos décadas, Julia y Alejandrina difundieron el Método de Corte y Confección por todo el noreste mexicano, para lo cual organizaron cursos de tres meses en regiones de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.
Impulsa la profesionalización femenina
De agosto de 1942 a marzo de 1959, Garza Almaguer fue directora de la entonces Escuela Industrial Femenil Pablo Livas, hoy Escuela Industrial y Preparatoria Técnica Pablo Livas de la UANL.
Durante su gestión, la maestra Julia trascendió por su trabajo a favor de las mujeres. En el plantel creó el Taller de Costura Industrial para especializar a las obreras en las distintas ramas de la costura.
Este proyecto de sustentar la escuela sobre una base industrial resultó esencial en una entidad fabril como Monterrey.
“Se hicieron muchas otras cosas con anterioridad, pero Julia estaba empezando a romper ese esquema. Ya no nada más seguir capacitando a la mujer para que fuera una buena ama de casa, una buena esposa, buena hija, sino también para que fuera una buena profesionista”, señaló la historiadora Érika Flores Escalona.
La maestra Julia consagró su vida a elevar el desarrollo cultural, moral y económico de generaciones de mujeres como educadora y directora en la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Entre sus aportaciones también destaca la creación del curso de Nutriología, que marcó el inicio de la enseñanza de la alimentación científica en la entidad y que después dio paso a la actual Facultad de Salud Pública y Nutrición de la UANL.
También instauró el curso de cocina popular y el curso de modas y decoración de interiores, con los cuales la escuela Pablo Livas pasó de ser un espacio para la formación de mujeres para la vida doméstica a un lugar donde ellas tuvieran la oportunidad de formarse profesionalmente.
De profesora y directora a consejera universitaria
Durante 16 años Julia Garza fue consejera ex officio desde el primer Consejo Universitario de la UANL, cuando se restableció la institución educativa en 1943 y hasta su muerte en 1959. Siendo previamente consejera en el Consejo de Cultura Superior en 1942, año en que asumió la dirección del plantel.
“Julia, en las sesiones del Consejo, era casi la única mujer, entonces ella representaba una voz de autoridad como mujer, como universitaria, como maestra. Sus participaciones siempre fueron en defensa del orden, del respeto a los reglamentos, de las leyes. Era una voz que siempre pesaba.
“Siempre fue una voz orientadora del camino que debería seguir la institución, ya no solo en el nivel de formación de la mujer, sino del proyecto universitario. Era un elemento que abrazaba a toda la comunidad, era muy influyente”, aseguró Edmundo Derbez García, coordinador del Centro de Documentación y Archivo Histórico de la UANL.