Por: Eduardo Rodríguez Palacios
El futbol se ha convertido para el aficionado regio en algo simbólico, tanto, que incluso Tigres y Rayados son equipos a los que hay que rendirles culto.
Para el filósofo de la Universidad Autónoma de Nuevo León Jorge Ignacio Ibarra Ibarra, este deporte es para una sociedad parte de un proceso cultural inevitable, porque la cultura hegemónica y mundial ha decidido que el futbol y su aparato mercadológico sean lo que reine, y el aficionado brinda su tiempo y dinero para esta forma de entretenimiento.
“El futbol se ha convertido en un nivel simbólico del regiomontano. Ya ha rebasado estrictamente el campo deportivo y económico. Y si los romanos tenían a Zeus, nosotros tenemos a Tigres y Rayados. Todo es una cuestión simbólica muy interesante sobre cómo los dos equipos locales se han establecido como dos deidades (dioses).
“También pienso que como Nuevo León es un estado industrial a nivel nacional, e incluso internacional, tiene que reflejar esa cultura hegemónica, y eso se ha permeado en los hogares e instituciones”, argumenta el investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL.
Desde la cuna hasta el cajón
Entre los actos que los seguidores de los equipos de futbol del estado destacan son los siguientes:
Pintar un féretro con los colores azul y blanco o amarillo y azul de los Rayados y Tigres.
Pintar su cuarto o carro con leyendas o los colores de su equipo.
Tatuarse la cara o nombre de su jugador favorito o el escudo de su equipo.
De acuerdo con Ibarra Ibarra, realizar todas estas acciones ya se ubica en otro plano de la conducta de las personas, es pasar a otro nivel, porque ya son grados casi religiosos.
Tigres y Rayados operan como símbolos fuertes y arraigados dentro de la cultura regiomontana cuando sus aficiones llegan a estos extremos.
El refugio de la barra
Las frustraciones de la vida social, la marginación política y económica y una cultura que lo rechaza son algunas de las razones por las cuales el aficionado busca “refugio” en otra actividad, en este caso el futbol o su equipo favorito.
Pienso que el ser humano busca certezas, respuestas y si el aficionado se encuentra arropado por un equipo, una bandera, una barra, eso es poderoso, porque el ser humano siempre va a buscar esa protección. Y aquí los más vulnerables son los adolescentes y jóvenes, quienes, en caso de pertenecer a las barras, sienten este sentido de pertenencia y ven un abrigo en su equipo a las frustraciones de la vida social y la desesperanza», aseguró Jorge Ignacio Ibarra Ibarra, filósofo de la UANL.
“Entonces estos jóvenes recurren a este simbolismo, ya que para ellos los colores de su equipo significan alegría, cobijo, amistad, triunfo, todo eso que la vida les dificulta. Es la necesidad de pertenecer o sentirse parte de un triunfo en la vida”, puntualiza el profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL.
Un estilo de vida del regiomontano
Para el aficionado regio el futbol dejó de ser un deporte y se convirtió en un estilo de vida. Es identidad, cultura y familia, asegura el psicólogo de la Universidad Autónoma de Nuevo León Andrés Roberto Ceballos García.
Planear una semana llena de futbol con juego de Copa entre semana y partido de liga el sábado, realizar las previas (carnes asadas) con los amigos, ponerse la playera del equipo, seguir cábalas y trasladarse rumbo al estadio convierte la afición al futbol en un ritual, tanto que para el regiomontano ya es un tema cultural.
“En cualquier ámbito, ya sea político, económico, educativo o social, el futbol es tema para el regiomontano. Ya es cultural, porque se ha arraigado de tal forma que hasta a los que no les gusta el futbol tienen nociones del deporte, debido a que la misma sociedad te lleva a eso; estamos encapsulados en esto.
“Es un punto angular hasta de orgullo, porque cuántas veces decimos: ‘somos la mejor afición de México’. Lo manejamos como si el futbol fuera nuestro”, argumenta el especialista de la Facultad de Psicología de la UANL.
Incluso ir al estadio ya es vivir la experiencia del partido, porque desde que el aficionado llega al recinto deportivo, compra sus cervezas, comida, aperitivos y en ocasiones artículos del equipo. Y en muchas ocasiones el juego es lo de menos.
“La visita al estadio es ir a desfogarte, reunirte y platicar con tus amigos, es como una tradición. Para la afición regiomontana lo veo como un estilo de vida, es como vivir una experiencia, no tanto el deporte en sí”, Andrés Roberto Ceballos García, psicólogo de la UANL
Para Ceballos García, al aficionado regiomontano lo describiría como orgulloso y presuntuoso. Es un aficionado que se siente orgulloso de su equipo y contento de que lo identifiquen con algo, en este caso, su equipo de futbol.
“En Nuevo León es un orgullo ser parte de una afición”, señala el especialista de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Si insultas a mi equipo, me insultas a mí
La pasión del aficionado regio por el futbol es demasiada que factores como el sentido de identidad, la aceptación y la territorialidad salen a flote.
“Y estos se pueden ver reflejados, por ejemplo, cuando un medio de comunicación critica a un equipo o a un jugador, y para el aficionado es insultar su identidad, es insultar de cierta manera a lo que él considera como una familia, es decir, su equipo de futbol.
“Insultar a su equipo es insultar a todo lo que es él como aficionado o gran parte de lo que es”, explica el psicólogo de la Máxima Casa de Estudios.
Fuente: UANL Fotografía: José Luis Macías